domingo, 28 de septiembre de 2014

Los tiempos están cambiando [Relato]

Una pelota y un jardín. Una hoguera en la noche. El canto de los grillos en la noche estrellada, con un coro de troncos que arden. Hay un niño que sonríe mientras juega. Es feliz. Es simple y es sencillo. No necesita nada más porque la simpleza le ayuda.

No existen las ataduras. Ni el contrato social. Ni la estructura. Ni el ello ni el yo ni el sujeto sujetado. No existe nada. Sólo el niño y la pelota. Y la noche estrellada y la hoguera que arde y los grillos que cantan.



Y el cariño de un padre y el orgullo de una madre. Y las patadas de un bebé en camino. Y la paz. Y la tranquilidad. Y el gozar del segundo. El ser feliz.

No existe nada.

Pero existe todo.

[...]

Ha pasado el tiempo y la lluvia golpea el cristal y el frío se cuela por cada rendija de la casa. En la hoguera las llamas tratan de luchar contra el frío con el mismo éxito que el de las golondrinas al intentar nadar.

En la cuna el bebé duerme, mecido por el brazo paciente de la madre. El hijo mayor se mueve en sueño. Suda. La enfermedad se apodera poco a poco de su cuerpo. Va ganando una batalla larga, dura y paciente. La enfermedad sabe que el tiempo juega de su parte.

El tiempo. El hambre. El frío. La pobreza. Son armas poderosas contra las que el niño poco puede hacer.

La puerta se abre y entra el padre. Con él se adentra la ventisca en la casa.

El cansancio se refleja en sus ojos llorosos. La huelga sigue en pie. Los piquetes han salido a la calle y la policía ha cargado. Han llamado al ejército y han tomado las fábricas y las minas. En la ciudad reina el caos.

El padre se asoma a la ventana antes de ir junto a sus hijos. Mira a la chimenea. Apenas quedan troncos que quemar. Fuera la tormenta arrecia. Las lágrimas se agolpan en sus ojos. La madre de los hijos le sonríe con la sonrisa más triste del mundo.

Un largo suspiro sale de sus labios. Hay que ir tomando decisiones.

[...]

Los sacrificios son importantes.

Llega un momento en el que tienes que decidir. Llega un momento en el que las decisiones llaman con fuerza a la puerta. Te reclaman y te zarandea por los hombros y te gritan y te escupen a la cara.

Había sólo dos caminos. Dos decisiones que podía tomar.

Una era la de ser un esquirol.

La otra era dejar morir a su propia familia.

Él había tomado la decisión difícil. Él había hecho lo que tenía que hacer. Él tomo el camino lleno de dificultades. De gente que le iba a recriminar y odiar.

Por eso estaba en su casa, meciendo la cuna y cuidando del niño enfermo. Le dio el jarabe y echó otro tronco al hogar en el que crepitaba el fuego. Sobre él había un cazo donde el caldo espeso gorgoteaba. El olor inundaba la habitación. Se estaba bien. Pero el hombre se sentía triste.

La puerta se abrió. El frío arreció y la ventisca creció durante un instante. La mujer entró dentro de la casa. Llevaba la cara tiznada de hollín y el pelo negro como un tizón. Le dolía la espalda y los ojos miraban a ninguna parte, vacíos. Había visto cosas que nadie quería ver. Ahora entendía las miradas vacías de su marido.

Fue hasta el bebé y luego al niño enfermo. Los ojos se llenaron de calor. Había un fuego en ellos mayor que el de la hoguera.

El padre suspiró y se frotó la frente.

Los tiempos, dicen, están cambiando.


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